«También puedes cometer injusticias al no hacer nada» Marco Aurelio (121-180 dC)

Cuando Marco Aurelio escribe su manuscrito "Meditaciones", vuelca en él todo su pensamiento sobre la vida y la muerte, la justicia, el odio y la virtud... pero ¿por qué iniciar este artículo citando a uno de los grandes emperadores romanos del siglo II?, simple, porque es en esta concepción de la justicia, el odio y la ira que nace aquello por lo cual hoy defendemos: la dignidad propia y de la comunidad, la defensa de nuestro espacio (territorio) y las creencias que debemos seguir una estructura valórica que nos lleve a ser "buenas personas" o "buenos ciudadanos".

Claro está que las reglas que regulaban al imperio romano (base de la concepción de justicia y ciudadanía moderna), estaban asentadas también en fuerte creencias de lo que era "correcto", en ello la emocionalidad, o la expresión de las emociones se volcaba a lo que era adecuado, según la estructura valórica de la sociedad. Pero detengámonos un momento en este concepto de justicia, este valor que busca actuar acorde a la "verdad", dando a cada persona lo que "se merece"... esta última frase me recuerda la típica expresión de venganza: "recibirás tu merecido", ¡claro! porque la justicia es para todos (algunos "merecen" flores y otros "merecen" espinas), incluso para quienes no obran bien y causan daño, eso al menos es lo que hemos construido como sociedad desde que el hombre comienza a conformar comunidades que luego se transforman en las bases de nuestra sociedad actual.

Ahora bien, todo este contexto dado en este artículo nos muestra un orden muy organizado de las acciones que el ser humano ha ido y va realizando en relación a la justicia, pero todavía no llego a donde quiero llevarte y es a ¿qué hay detrás de esta "verdad"?, ¿qué se esconde en esta forma de responder frente a la escala de valores?... y lo que hay, es una acción que surge a partir de un evento (hago algo que daña y recibo "mi merecido"), esta acción está normada como sociedad (premio o castigo - justo o injusto), pero desde el punto de vista personal o individual ¿cómo surgen estas acciones?, ¿qué o quién comanda el detector de injusticia en nosotros como individuos?, pues ese "detector de injusticia" son nuestras emociones y las opiniones que nos surgen a partir de ellas.

La Venganza que deseamos desde el Odio

Una emoción poderosa que despierta ese profundo deseo de hacer justicia es el Odio, ahora bien, esta emoción va más allá de la mera búsqueda de lo justo, va a buscar la venganza, deseando que cada quien reciba su merecido por la falta cometida.
Es una emoción de profundo rechazo y antipatía hacia algo o alguien que surge como respuesta imperdonable a alguna situación que nos daño de forma irreparable; Esa persona o situación se transforma en el receptor de nuestro odio. Gran parte de las veces la venganza no se concreta, pero ello no significa que no la desees, e incluso que nos quedemos esperando a que algo suceda como castigo al daño ocasionado.
Esta emoción se puede quedar a vivir con nosotros mucho tiempo o sólo un rato, solo depende del evento que provocó ese profundo rechazo.

Luchando por la injusticia, la energía de la Ira

La Ira o Rabia (lee más sobre la rabia) es una emoción que habita en el odio y surge de forma muy rápida, en algunos casos explosiva y muchas veces se adueña de nosotros en situaciones que sentimos que nos dañan, puede ser una emoción que arrasa con todo, donde gritamos y dejamos de escuchar a los otros y a veces nos puede impedir pensar con claridad.
Aparece cuando creemos que una situación ha sido injusta y deseamos defender nuestro derecho individual o colectivo, luchando por lo que creemos justo para nosotros o para nuestra comunidad.
La ira desatada es posible de detener cuando escuchamos las señales antes de explotar, una señal es la irritación.

Una señal fuerte y clara, la Irritación

La Irritación es una emoción que surge por algo preciso que nos causa un malestar respondiendo de forma defensiva o de rechazo, nos lleva a tomar una actitud nerviosa, insegura y molesta, creemos que la situación desagradable no la podemos evitar, lo cual nos genera más malestar y cuando ya definitivamente no la toleramos, nos lleva a la ira y siguiendo ese camino de permanente daño, sin hacer nada por detener la situación, llegamos al odio.
Identificar qué es lo que nos produce irritación, nos puede permitir no caer en la rabia.
Cuando la irritación se queda permanente en el tiempo, nos lleva a la tensión.

En estado de alerta, la Tensión

La Tensión es una emoción que surge cuando nos enfrentamos a situaciones que consideramos amenazantes. Junto a ella aparece la frustración, la furia y el nerviosismo. Cuando vivimos un tiempo prolongado en tensión, ésta se convierte en un estado de Estrés, lo que significa tener nuestro cuerpo y mente en alerta permanente para estar preparados para enfrentar la situación que creemos riesgoza, así tengamos o no certeza de que exista tal amenaza, haciendo que nuestro actuar sea impaciente y perdiendo la calma con facilidad.
Conversar con alguien de lo que nos tiene en tensión, puede ayudarnos a conectar con el alivio (lee más sobre el alivio).

Como verás las emociones son impulsoras de nuestras acciones, ya sean individuales o colectivas y obedecen a este orden que como sociedad hemos ido construyendo desde los inicios del ser humano.
Comprender nuestras emociones es la base para comprender nuestras creencia y acciones, y nos permite realizar los cambios que deseamos y desafiar nuestras metas futuras, sin duda un camino que puede ser asombroso y que como Comunidad deseamos invitarte a hacer juntos.

Pero antes de terminar este artículo, quiero enviar un mensaje a mis amigos estoicos (aquello que siguen la filosofía Estoica), les pido perdón por el atrevimiento de citar a unos de sus pensadores en estas líneas, pero este artículo, se deslizó suavemente entre mis manos, como queriendo salir a contarte que las emociones tienen un camino, tienen una relación que ha sido histórica y fundamental en el desarrollo del ser humano y que sean como sean, han sido todas ellas necesarias para que el hombre (y la mujer claramente) se hayan podido adaptar al medio y evolucionar o mejor dicho, desarrollarse en el mundo hasta nuestros días.

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